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May 26, 2015 fenomenosocial Directores de FS, Opinión, Política, Política Nacional 0
Alejandro Caballero | mayo 2015
Ya están aquíiiií” es la archiconocida frase que pronunciaba la joven protagonista de la película “Poltergeist” (Caroline), mientras observaba una televisión sin señal. Avisaba al resto de su familia que los fantasmas ya estaban dentro de la casa, que venían a por ella, que venían a meterles el miedo en el cuerpo con diversos fenómenos paranormales o poltergeist. Efectivamente, ya están aquí, se acercan las elecciones y dichos fenómenos comienzan a extenderse por todo el territorio español, en tono mediático.
Entre estos extraños fenómenos paranormales se encuentra “la materialización” y la difusión incrementada de los/as analistas políticos tradicionales en todos los medios de comunicación, que quieren hacernos creer -alardeando excesivamente de objetividad – que el potencial voto a los partidos de nueva generación (principalmente los de izquierdas) están motivados por elementos fundamentalmente emocionales. Nos cuentan que los nóveles candidatos de estos partidos muestran una extrema candidez, discursos populistas, demagógicos o anodinos, más que racionales, vivenciales, reflexivos, objetivos y técnicos. Los analistas políticos han pasado de decir – hace ya algunos años – “si querías estar en política haber estudiado”, a utilizar ahora una frase todavía más preocupante y dañina; “ahora vienen estos universitarillos que se creen que lo saben todo”. Esta frase va dirigida a los nóveles y jóvenes candidatos de los partidos de nueva generación, junto a los míticos y viejos ilustrados y profesores de las más importantes universidades españolas, ambos grupos, ahora militantes de partidos políticos de izquierdas, desbordando títulos, cualificación, experiencia en el sector privado y público.
Y esta frase, aunque tenga mucho marketing entre una gran parte de la población española (por razones competitivas laborales evidentes, así nos va), describe a la perfección no sólo que España cuenta con uno de sus mejores momentos en lo que a capital humano cualificado se refiere , sino, también, describe a la perfección qué tipo de élite económica, política y mediática está dirigiendo actualmente nuestro país, nuestra comunidad, nuestro municipio, que desprecia e intenta desprestigiar la inteligencia y el conocimiento. Que alienta y difunde esta frase para acercarnos a aquellos tiempos de oscurantismo en los que se solía decir «¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!», mientras una mayoría les aplaudía y Miguel de Unamuno, a solas, rezaba a la razón.
En segundo lugar, la propia ciencia sí que afirma que ambos elementos, la razón y la emoción, no se pueden separar, así, por gusto, por decreto de las deidades a la carta, o como si el ser humano fuera una máquina que se dispusiera a activar o a desconectar a conciencia ambos interruptores.
Según los tertulianos, la razón y la emoción están completamente separados y bien definidos cuando se quieren referir a los candidatos de los partidos tradicionales (bipartidismo). Primordialmente porque han sabido ser “razonables” a la hora de haber mantenido el orden durante las etapas posteriores a la transición y las crisis económicas sucesivas vividas en España. No obstante, el mantenimiento de este orden se ha limitado a obtener el dinero de los ricos y el voto de los pobres y la clase media, con el pretexto de proteger a los unos de los otros. Pero en este contexto, en la actualidad, y con la disculpa de la crisis, la balanza ha quedado claramente desequilibrada, siendo ahora visible – muy nítidamente – la desigual estructura socioeconómica española, las más desigual de toda Europa. En estas circunstancias, a los políticos tradicionales, así como a sus tertulianos acólitos, sólo les queda seguir inventando (mintiendo) para mantener un orden ya caótico, mientras la deuda privada (ahora pública) la pagan autónomos y la clase media superviviente, mientras se reduce la presión fiscal a las grandes corporaciones transnacionales, se expulsa de la sociedad a millones de personas, sigue aumentando el rango de desigualdad entre los más ricos y los más pobres, se privatiza o se degrada lo poco público que queda, para, finalmente, ir liquidando el Estado de Bienestar, el Estado de Derecho y su Contrato Social correspondiente.
Sin embargo, y a pesar de ello, sí que pretenden que los que votan en mayoría sean los mismos que paguen la deuda contraída irresponsablemente – y de manera irregular- por una élite minoritaria. En este sentido, para los tertulianos y analistas del bipartidismo, los nuevos partidos que están en contra de esta nueva estrategia son elementalmente emocionales y desprovistos de razón y juicio, exactamente por no querer aceptar dicha estrategia (lógicamente, a sabiendas que es injusta, ridícula y con tintes y maneras de mafia a la Italiana).
Aparte de lo grotesco de dicha astuta maniobra, y retomando la separación que hacen los tertulianos de turno entre la razón y la emoción, volver a reiterar que son inseparables, cosas de la naturaleza de los seres humanos. Las neuronas son así de caprichosas, que no siempre sucumben ante las inferencias impuestas por la sociedad y su orden caótico, sus culturas y sus creencias, cosas de la inteligencia. Las neuronas se entretejen y se conectan entre la emoción, la razón y la imaginación, conectadas para ayudar a construir la conciencia y la genialidad. Las Neuronas “siempre están motivadas” e influenciadas por las vivencias objetivas que se disfrutan o se padecen en la realidad social, económica y cultural de cada barrio, de cada pueblo, de cada ciudad. Vivencias que se sienten, se perciben y se padecen, para luego imaginar y poder soñar con cambiar las cosas que hacen daño a un organismo aún mayor que el de un individuo, el de la sociedad en la que se vive.
Ahora bien, que el imaginario, los sueños y los objetivos políticos queden reflejadas en conductas o en actitudes con un alto o bajo grado de empatía y compromiso para todo un colectivo, depende, quizás, de otros mecanismos que tienen mucho que ver con “la moral” conservadora y con las religiones que empoderan a la astucia más que a la inteligencia, exteriorizada muy visiblemente en la mayoría de los discursos de los mítines políticos tradicionales -con exceso de teatralidad y engaños – a los que nos hemos acostumbrado con demasiada facilidad.
Quizás, sí que haya una diferencia básica entre los partidos de nueva generación y los partidos tradicionales, siendo los segundos más adictos a la utilización de la amígdala cerebral, limitándose a incrementar los reflejos de vigilancia, paralización, escape y huida de sus potenciales electores ante los nuevos fenómenos políticos de reciente aparición, pero también para poder competir hasta la neurosis contra los vagos y perros flautas imaginarios de este país, y para legitimar las guerras contra los bárbaros ficticios de las economías de otros países. Quizás alguien debería regarles un espejo, a lo mejor reducirían la búsqueda de su barbarie y el por qué de su miedo.
De esta manera intentan convencer a sus electores que hagan menos uso y disfrute del lóbulo parietal, donde se hallan las neuronas espejos, siendo las precursoras de la empatía y la inteligencia, y donde suele nacer la motivación básica para conocer y aprender del entorno y de los “otros”. En definitiva, alientan a sus electores a que sigan alimentado indefinidamente su ego, hasta convertirlo en un dios empoderado que nada sabe ni entiende. Además, que lo individualicen todo, que odie y rechaza todo lo público o comunitario, que no lean en exceso, que destruyan cualquier atisbo de crítica y pensamiento contrario al orden caótico actual del cual se benefician bajo mínimos, y que acepten sin más si es que quieren ser felices entre tanto bochorno e indignación.
El poder en las sociedades avanzadas no sólo se expresa a través de mecanismos coercitivos, sino predominantemente a través del consentimiento y el consenso. Es así como seconsiguen los mejores resultados. En este caso particular, el inmovilismo de la mayoría de la ciudadanía se está consiguiendo con discursos políticos cargados – ahora más que nunca, paradógicamente – de alusiones a entes sobrenaturales (a dioses, manos y estructuras económicas invisibles e inaccesibles), a psicologías no científicas (positivismo), tirando del refranero español, a la propia Fe y a los insultos infantiles hacia sus contrarios, a los que los políticos de turno se agarran muy cobardemente para no hacer nada de lo que han prometido para llegar al poder. Lo peor de todo es que están convenciendo a la ciudadanía, y lo veremos en los próximos resultados de las elecciones municipales, insulares y autonómicas, que por supuesto, no harán nada (estructuralmente) después de obtener el poder que se les ha concedido democráticamente.
Al final, ante esta injerencia -entender el orden social y económico como si fuera el orden natural de las cosas, por decreto de las deidades o de las manos invisibles – una gran parte de la ciudadanía no ha logrado diferenciar lo que es tener la mala suerte de contraer una enfermedad, tener un accidente o estar presente durante una catástrofe natural, con una de las mayores estafas económicas y financieras desde que el mundo es mundo, estafa apoyada por todos los partidos políticos del momento. Es decir, hoy sigue habiendo más ciudadanos convenciéndose unos a otros de que la vida es así y que hay que aceptarlo con resiliencia para ser feliz, como si esto fuera una enfermedad inevitable, más que indignados, gente trabajando por crear otro mundo posible, con un verdadero optimismo para construir un cambio social, económico y ecológico global. Ante la aceptación de la derrota, la errada y mal entendida resiliencia psicológica, más el extraño pseudopositivismo de una gran parte de la población que legitima y normaliza las sociedades de la desigualdad, la pobreza y la presión incontrolada sobre los recursos naturales, quizás, después de estas elecciones tengamos que seguir escuchando esa frase que se ha hecho tan típica en la actual crisis económica, de valores y ecológica en la que nos hayamos. Esta es; “al fin y al cabo, en España, nadie se muere de hambre, quizás nos quejamos demasiado, hay que consumir más para crear más empleo”. Una frase que no sólo no describe la situación real de millones de españoles (y en el resto del mundo), sino que es, además de simple y peligrosa, necia, inmoral y obscena. Y lo peor, el que la pronuncia, no sabe aún lo que significa.
Entonces, nos vamos a querer, o nos vamos a ignorar, organicémonos, porque así no se puede.
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