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May 30, 2015 fenomenosocial El humorónico 0
En muchas ocasiones se nos llena la boca agradeciendo todo lo que han hecho por nosotros nuestros padres, abuelos, hermanos, cuñados,vecinos, amigos, el alcalde, la profesora, el médico, el jefe, el párroco, el compañero de trabajo, el fontanero, el panadero y el carpintero, y un sin fin de gentes más…Pura dramaturgia para ser aceptados por unos pocos más, ejerciendo el papel de ego agradecido.
Pero, al final, cuando ya estamos surtidos de todo, cuando estamos cargados y completos de los instrumentos y de todas las herramientas y recursos que nos han prestado o regalado las gentes y las instituciones de nuestro entorno, de toda esa construcción de conciencia en la que se ha interrelacionado con los otros, nos intentamos autoconvencer que todo lo que somos y tenemos es gracias, exclusivamente, a nuestra actitud mostrada ante la vida y a nuestra salud. Sí, sólo por nuestro trabajo y esfuerzo, sobre todo para agrandar nuestro ego a la hora de legitimar y defender la posición que ostentamos, además, para utilizarlo como arma arrojadiza a aquel que se queja de que “ni es como nosotros o ni tiene lo que tenemos nosotros”.
Y es entonces cuando se exalta, una y otra vez, eso de que, “al final, cualquier problema que surja en la vida es, simplemente, un problema de actitud, cuando no, porque está malito (mentalmente)”. Precisamente, este típico fenómeno conductual de las masas, es un intento de culpabilizar al individuo que ya nació perdiendo, de invisibilizar todas las oportunidades y competencias que sí que tuvieron los ganadores del sistema y las personas exitosas, es decir, un entorno social, familiar, económico,cultural y político favorecedores del éxito. Efectivamente, todo es un problema de actitud, pero no como se ha estado planteando hasta el momento. El problema de actitud lo tienen justamente los que quieren hacer invisibles los muros de la desigualdad, para privatizar las escaleras que los han hecho competentes a la hora de saltar todas las barreras objetivas, esas que no están en nuestra mente o en el mundo de las envidias, sino justo delante de todos nosotros.
En esta vida inventada, todo trata sobre la competencia, y hay quien no quiere competir hasta la muerte, aunque le vaya la vida en ello.
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