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➡ Alejandro Caballero|Agüimes|Abril 2015
Los Estados Naciones siempre procuraron la identidad y la seguridad de sus poblaciones. “A los individuos, a las poblaciones, se les daba esta oportunidad doble, y es lo que les daba sentido a sus vidas, podían controlarlas, pero esto ha dejado de ser un hecho”, comentaba Bauman invitando a los oyentes a la comprensión del “mundo líquido moderno”.
El pensador ponía como ejemplo a España, un país que está expuesto a la descualificación de la mano de obra y que se está convirtiendo en una sociedad de servicios, en la que se exige a sus individuos que sean enormemente flexibles. Teniendo beneficios por parte de la empresa, con el sector turístico -con el sector de la construcción e inmobiliario en su momento- “el obrero nunca se benefició de ello”, del desarrollo económico y social aparejado al crecimiento económico. Esto hoy se puede hacer en España -descualificar a la mano de obra- porque en otros países del mundo pueden encontrar a otros trabajadores que trabajarán por menos que los trabajadores españoles, aseguraba Bauman. Estos países, sin sindicatos, sin defensa institucional hacia los trabajadores, hace que un trabajador llegue a trabajar por menos de un dólar al día. A parte, como ya sabemos, las políticas de estos países se basan en sustituir a los políticos por empresarios.
El sociólogo explicaba a la sala que “se está exigiendo mayor flexibilidad a la mano de obra para equilibrar esta competencia salvaje en el mundo del trabajo global, lo que nos hace perder nuestra posición en el mundo cuando la sociedad se basa casi plenamente en lo laboral. No obstante, en este sentido, la gente de Gran Canaria tiene, en cierta medida, buena suerte, porque el turismo no se puede exportar, se tiene que consumir aquí. Igual que la sociedad canaria tuvo que emigrar en su momento para trabajar, ahora, posiblemente, los peninsulares quieran venir a trabajar aquí, en el turismo”.
El sociólogo advertía, que el sentimiento creativo de las personas en este Estado animal de las sociedades modernas, se anulan completamente. El núcleo de la exclusión social se basa en la frase que dice: “la sociedad ya no me necesita”. Y de esto mismo, según Bauman, se nutre las redes sociales como Facebook, donde cada uno va en busca de ser aceptado simplemente por el hecho de conectar o desconectar digitalmente con el mundo. No obstante, este hecho que nos hace creer que controlamos el mundo, hace que perdamos de vista que el mundo no lo estamos controlando nosotros.
La familia y la comunidad parece ser que tampoco está cumpliendo con esta función de inclusión de las personas, de proveernos de cierta identidad. “Nada es exacto para siempre, nada es verdad, todo es un caos, y vivimos momentos de incertidumbre constantes, lo que hace que cada día nos debamos crear una identidad nueva. Y todo esto tiene que ver mucho con el mundo del trabajo”, aseveraba Bauman.
Cuando perdemos el control de nuestras vidas, cuando perdemos nuestra identidad, cuando no sabemos ni tenemos seguridad de nada, sabemos que algo va mal y nos frustramos , y esto tiene efectos en la familia y en la comunidad. Esa inseguridad, esa incertidumbre constante, esa pérdida de control absoluta es un “impuesto” que habrá que pagar en la comunicación inter-generacional y sus relaciones futuras.
Mientras que las personas mayores de 40 años han vivido de un crecimiento económico permanente, que parecía que todo lo que conocían siempre iba estar ahí y funcionando así, es decir, que si uno se esforzaba y trabajaba duramente obtendría ciertas recompensas socioeconómicas y cierto reconocimiento social, para los menores de 40 años y adolescentes no está tan clara dicha dinámica, aunque sí que aspiran, por lo menos, al nivel de vida de sus padres. Las expectativas se mantienen, pero las sociedades van caminando hacia una mayor flexibilidad laboral y mayor incertidumbre social.
En estas circunstancias, la familia -núcleo o elemento asociativo básico de reproducción de cualquier sociedad- sufren de continuos conflictos y rupturas. Bauman expuso como ejemplo las familias británicas: “En 1988 había un total de 22 mil divorcios, en el 2003 hay 143 mil divorcios anuales. Y esto no significa que los jóvenes no quisieran pareja, o pareja estable, sino que debido a esa inseguridad constante, tienen miedo a comprometerse. El trabajo ya no es estable. Como mucho vivirán juntos mientras puedan, es decir, cohabitarán. Por ejemplo, en el Reino Unido, las cohabitaciones aumentaron desde el 2006 al 2012, de 2 millones a 6 millones. Las familias monoparentales en el Reino Unido superan ya el 21% de las familias”.
“La familia, es una estructura básica para cualquier sociedad, porque es la que enseña, la que vela al niño o a la niña, es la formadora de roles, de la consciencia y de la cultura. Los niños construyen sus actitudes a través de la familia, pero ahora se están quedando solos, y esto hace que tengan que buscar a alguien que vele por ellos, que los proteja, que les de cierta identidad y seguridad”.
Según Anthony Giddens (sociólogo británico), nombrado por Zynmunt Bauman durante su ponencia, “se están creando nuevos tipos de relaciones diferentes a las familias tradicionales, pero también es verdad que estás relaciones son volátiles y líquidas”, afirmaba Bauman. Se crean a sabiendas que tienen cierta obsolescencia programada, es decir, “se conoce que perdurará mientras haya una autosatisfacción individual”. “No hay concesiones, empatía ni solidaridad en este tipo de relaciones. Sólo importa el Self (o sí mismo), se empodera al ego, lo egoncéntrico en este tipo de relaciones. “El otro” de la relación, es una mera mercancía tanto en cuanto tenga un uso específico para la autosatisfacción del “self” egocéntrico, llegando incluso a competir con “el otro” de la relación para ver cuánto se consigue de más.
Este tipo de hechos sociales para las nuevas relaciones que se están creando, no son naturales, los niños y las niñas siempre están dispuestos a la colaboración, nunca a la competencia, eso se lo trasladamos los adultos, les decimos que han de competir si quieren encontrar una posición en el mundo líquido moderno.
Compramos una posición
social a través de
productos y servicios,
y se los enseñamos a los
demás para que nos
reconozcan tanto
en cuanto utilizamos
dichos productos y
servicios.
Según Peter Morgan, nombrado también por Zygmunt Bauman durante la ponencia, “vivimos en un Estado frágil y transitorio”. Y esto quiere decir que estamos construyendo una ética de bajo compromiso. La ética que se está construyendo ya no es en vistas a largo plazo, de sacrificar un poco más para poder avanzar en el bienestar de todos los miembros de una sociedad o de una unidad familiar. “Pero no sólo es esto”, decía Bauman. Tiene que ver con esa necesidad de estar bien continuamente (sedentarismo emocional) , y el mercado nos está ofreciendo continuamente la oportunidad de ser únicos al mismo tiempo que sentirnos bien con nosotros mismos, porque podemos compartirlo con los demás. Compramos una posición social a través de productos y servicios, y se los enseñamos a los demás para que nos reconozcan tanto en cuanto utilizamos dichos productos y servicios.
Dicen: “Ser feliz es tu mayor deber moral”, “tienes que estar satisfecho siempre, porque sino serás malo”, “tienes la oportunidad de ser único”, dicen continuamente. Pero, claro, esto sólo significa una cosa, competencia, guerra y conflicto. Y esto es lo que se les está enseñando, se les enseñado a competir, no a ser personas solidarias y colaborativas, o, simplemente, no se les está dejando ser niños. Al final, los niños y niñas, se sienten responsables de tener que destacar, pero, además, “destacar” se puede comprar, se tiene derecho a comprar, la sociedad contemporánea así lo afirma y lo defiende por encima de todas las cosas.
El derecho, y el privilegio de tenerlo, está chocando frontalmente con la responsabilidad con los otros, con el mundo y con el medio ambiente. Porque, como decía antes, sólo se tiene una responsabilidad, y esta es; ser feliz”
El derecho, y el privilegio de tenerlo, está chocando frontalmente con la responsabilidad con los otros, con el mundo y con el medio ambiente. Porque, como se decía antes: sólo se tiene una responsabilidad, y esta es “ser feliz”.
La colaboración, la compasión, la empatía, crece y se nutre en parte desde la referencias de las estructuras familiares. No desarrollar esta destreza desde niños, muy poco se puede hacer cuando ya se es adulto, cuando los patrones están fuertemente ligados al “self” (al sí mismo).
Los niños en la escuela se tienen que enfrentar con la desigualdad. Es aquí donde descubren por primera vez que no todos son iguales, que todos viven en condiciones diferentes… Es aquí donde descubren que tienen que luchar y competir, y se le da el derecho al reconocimiento, un reconocimiento muy estrictamente estipulado y limitado, no es libre ni creativo. Esta lucha puede llegar incluso a producir actos de violencia en las sociedades contemporáneas, y puede ser debido tanto a los niños que quieren destacar, como en los niños que necesitan eliminar el exceso de competencia. Sufren de una especie de “ataques al corazón” cuando descubren la desigualdad, y no saben cómo gestionarla más allá de la competencia y de la lucha. Se vuelven más dependientes de las cosas que se pueden comprar más que de las personas, porque también descubren la fragilidad de las relaciones, que las relaciones se pueden capitalizar también.
Las tiendas consiguen funcionar como las farmacias. A través del consumo, se produce una especie de tranquilización moral, es decir, “si quieres a tu familia, ¡compra!”. En la publicidad se juega continuamente con la felicidad para atraer el consumo, y no sólo la felicidad de uno, sino también con la de los demás.
En esta sociedad contemporánea, no podemos compartir los problemas y el tiempo con nuestros hijos, porque si eliges que sea así, tu jefe no estará contento contigo, porque deberías estar compitiendo para demostrar que eres el mejor. Si eres el mejor, podrás comprar más tranquilizantes morales, comprar cosas a tus hijos, pero tendrás que trabajar más y competir más para hacer felices a tus hijos, aunque seguro que a tus hijos les gustaría que pasaras más tiempo con ellos.
La desigualdad no sólo es un problema de cinco ( de una familia), sino de toda la sociedad, y más grave aún cuando se crean ciertos mecanismos que fomentan y legitiman la desigualdad.
Un ejemplo de ello es el efecto “clase media”, a la que se decía que si trabajas duro, si te esfuerzas, podrás subir peldaño a peldaño en la jerarquía de la sociedad. La clase media ha arraigado esta fuerte creencia, pero también la contraria, en la que se exponía que: no poder salir del pozo es sólo propia de los excluidos, los subclase, los que no eran competentes o que eran simplemente gandules, y hasta hace muy poco ha subsistido dicha creencia. Sin embargo, hoy ya hablamos de precariedad total, casi todos estamos andando ya por arenas movedizas. Este precariado está difundiéndose cada vez más, y ya sólo un 0,1% de la sociedad global se siente seguro, que sabe que esto nunca le pasará. Este fenómeno se irá propagando cada vez más, y ese sentimiento de inseguridad tiene un efecto en clave real, inseguridad y conflicto constante.
El poder ya no está en manos de los gobiernos, pero eso no significa que esté en manos de la gente. Antes había una correlación entre poder y gobierno, los gobiernos aún ostentaban la capacidad para decidir qué hacer. Pero ahora, Los Estados-Nación no pueden hacer nada de las cosas importantes que prometen (cambios estructurales). Una vez que consiguen sus cargos, se dan cuenta que no pueden controlar algo que está mucho más allá de su toma de decisiones, y poco tiene que ver con sus ideologías, aunque hay algunas más cercanas que otras a ese poder global. Y si hacen algo sin consultarlo con el verdadero poder, sus poblaciones sufrirán de dichas decisiones, para luego ser recriminados por su propia población por haber tomado dichas elecciones. Es un círculo vicioso de difícil salida.
Los momentos históricos como el 15 M, aciertan totalmente y de lleno en el diagnóstico de la situación global actual, pero aún no han sido capaces de ofrecer alternativas globales para los problemas de la globalización, asevera el sociólogo.
“Aunque no soy mucho de predicciones”, decía Bauman, “sé que hay muchos esfuerzos para conseguir volver a casar el poder con la política, pero sé que ésto aún no se ha conseguido, y creo que a corto y medio plazo tampoco se conseguirá”.
“No tengo ni idea”, respondía Bauman a una de las preguntas del foro tras su ponencia, para luego decir que; “ sí que estoy seguro que el futuro no existe hasta que nosotros lo hagamos. Si no nos gusta lo que vemos, se puede deshacer y rehacer, quizás, tocando un solo elemento…”.
“Deberíamos entender que no todos los caminos de la felicidad tienen que pasar por la tienda, y lo que menos nos debería importar es quién tiene las cortinas más bonitas o quien hace la mejor fiesta, porque al final, nuestros vecinos, se convierten en una interferencia en nuestras vidas con los que hay que competir, y eso no trae el bien para nadie”.
No se puede estar todo el día compitiendo hasta la neurosis, no nos podemos conformar con esa ley que dice que para que a uno le vaya bien, a otros les tiene que ir mal…
Decía Bauman, “esta ética consiste en aceptar el hecho de que tengo que aceptar ayudar a los demás solidariamente, o por lo menos aceptar que todo lo que yo hago afecta a los demás, y todo lo que hacen los demás me afecta a mí. Tenemos que ser conscientes de esta interdependencia, que todos ostentamos esa responsabilidad ausente, que todos somos responsables los unos de los otros. Hay una serie de demandas que no están siendo vocalizadas, pero eso no significa que no existan. Si no reconocemos esta interdependencia, podemos caer en la ética del bajo compromiso, esa en la que se dice; por qué lo iba hacer yo, por qué no lo hacen otras personas. Pero alguien tiene que hacerlo, consiste en la verdadera valentía, en el verdadero optimismo, en la verdadera ética del compromiso y de la responsabilidad”.
A.C.D : Bauman terminó su ponencia con una frase de J.W. Goethe que decía así: “El hombre feliz es aquel, que siendo rey o campesino, encuentra paz en su hogar”. Creo haberle entendido, y creo que con “hogar” se refería a algo más grande que una casa y su familia, incluso que una sociedad, una patria o una cultura… Creo que se refería al mismo hogar al que hacía referencia el astrofísico Carl Sagan cuando era capaz de ver, en la infinidad de la galaxia, ese pequeño punto azul pálido, el Planeta Tierra, nuestro hogar.
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