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May 28, 2015 fenomenosocial Cultura, Entrevistas con los autores, Filosofía, Literatura 0
➡ Alejandro Caballero & Vanesa Navarro|Las Palmas| Marzo2015
El contexto siempre es GC y siempre es la época contemporánea. Son historias que están ocurriendo aquí y ahora, incluso yo diría que en 2014. Hablar de la época contemporánea es hablar de crisis, y hablar de Canarias, es hablar de una crisis aún mayor. Porque aparte de esta crisis periódica, nosotros tenemos la nuestra, que llevamos arrastrando toda la vida.
Es una historia sobre cuatro o cinco pequeños estafadores, son timadores, descuideros, hacen el timo corto, el timo rápido en la calle, y de repente, aceptan el plan de un colega, secuestrar a la hija de un gran empresario de la isla. Un gran empresario que podríamos ver comiendo en alguno de estos restaurantes de Vegueta, trajeados, los que salen en el periódico inaugurando cosas, inaugurando nuevas temporadas de sus empresas, pero éste, con un amigo, con un socio, tiene una empresa aparte. Esta empresa consiste en blanquear dinero para mafias de fuera y utilizar ese dinero para tener líquido en sus empresas, y aparte, hacer pequeños chanchullos, como comprar la voluntad de un consejero o de unos técnicos para conseguir una subcontrata pública..
Son pequeños y grandes estafadores que se cruzan irremediablemente en el secuestro de esta chica. Yo siempre digo lo mismo, ésta novela trata de un secuestro exprés en Gran Canaria, y que es el plan criminal más estúpido del mundo. Porque estamos en una isla, nos conocemos todos, es muy difícil salir de aquí, y pon tú que consigas un pastizal, ¿cómo lo sacas de la isla? Porque en un avión no te puedes montar con más de 10.000 euros. Y claro, este golpe pone a dos tipos de delincuencia, uno frente a otro: la del pequeño delicuente, que ya no sólo por necesidad sino porque ni siquiera conoce otra manera de buscarse la vida, y la del gran delincuente de cuello blanco, el que tiene pasta para abogados, al que le sobra el dinero, aquel que encima queda bien, el que puede comprar medios de comunicación, el que puede hacer lo que quiera, y es muy difícil pillarlo. Este, aunque a veces cae en la ilegalidad, hasta sus tareas, digamos, legales, tampoco es que sean muy éticas. De hecho vivimos en un país en el que se permite que las empresas no tengan un comportamiento ético, ni con sus empleados ni con el público o los consumidores.
La empatía siempre ha de ser básica ante la construcción de cualquier personaje. El principal objetivo en la construcción de un personaje es hacer que estos puedan generar empatía, o antipatía. Porque al final, en el fondo, el personaje es el que hace que el lector pueda seguir el argumento, es decir, tú sigues leyendo porque tal personaje te parece buena gente y porque te sientes identificado con él, o porque lo odias. Hay novelas deliciosas, como la de JinThomson, “El asesino dentro de mí”, en la que tú sigues la novela diciéndote, “este tío es tan cabrón que vamos a ver lo siguiente que va hacer.
Prejuicios o estereotipos siempre hay, claro. Además, tanto los autores como el lector , piensan con estereotipos, no hemos escrito un personaje nunca, que no estuviera ya en la Epopeya de Gilgamesh. Siempre hablamos de héroes, de antihéroes, de sabios, de mujeres hermosas e inteligentes, etc. Entonces, uno siempre tiene que trabajar con estereotipos, porque el lector siempre es fiel a esto, porque si no tenemos algo claro es difícil ponerte en situación, eso sí, luego hay que violarlo. Al construir los personajes creo pequeños monstruos de Frankenstein, tiro de temas clásicos, luego los alimento con personas que he conocido realmente o que sé que existen en mi entorno. Entonces, creo que uno siempre debe escribir sobre lo que uno conoce, y después intento violar todo eso, y buscar el ser humano que hay en el fondo, en donde ni los buenos son tan buenos, ni los malos son tan malos. Hasta el peor criminal quiere a alguien o ha sido querido.
En novela negra, mi tema es la violencia, tanto violencia física como la violencia estructural, lo que nos oprime, lo que nos va condicionando para la aparición de esa otra violencia, más descarnada más brutal. Y para pensar sobre la violencia, siempre hay que irse a las raíces, porque no podemos podar el árbol, el árbol sigue creciendo, incluso hasta más fuerte. Hay que ir a las raíces del árbol, saber de dónde surge, y eso sólo lo vamos a poder hacer cuando nos pongamos en la piel del otro, cuando lo entendamos y entendamos sus motivos.
Por ejemplo, yo todos los días me desayuno el café viendo las noticias, y entre esas noticias escojo la que lata más allá de la contingencia espacio temporal, algún problema universal. Hay incluso noticias muy sencillas, que ni si quieren salen en sucesos, sino que salen en la sección de sociedad, pero ahí, es donde puede estar latiendo el germen de una historia que puede decir algo sobre la condición humana, explicar algo sobre ella, eso es lo que intentamos todos los escritores. Antes te decía que los autores de novela negra hablábamos sobre la violencia, pero sobre la condición humana hablamos todos: los poetas, los narradores, los novelistas, etc.
Porque siempre me ha encantado, porque ha sido mi formación también, que aunque no la terminé (me quedó un año), mi formación académica ha estado ligada a la filosofía. Siempre fui un apasionado de la filosofía, me interesaba mucho más incluso que la literatura. Aunque en esta novela, Las flores no sangran, tiene otro tipo de inspiraciones. Otras sí que han surgido a partir de la lectura de textos filosóficos, que se comparan con noticias que veo en la realidad, cosas que he conocido y demás. Mis textos sé que son amenos, sé que tienen que ser amenos, ese es el principal valor que le tienes que ofrecer al lector, y hasta el libro más enjundioso puede ser ameno, pero tampoco me interesa escribir algo que no tenga sustancia en el fondo, muy lateralmente, porque cuando me pongo a analizar un tema de verdad lo que escribo es ensayo. Precisamente porque, como no nos hagamos preguntas sobre la realidad, lo llevamos crudo en la vida, porque es lo que nos hace madurar, lo que nos hace aprender, etc.
El de Diana Padrón, la chica secuestrada, que se da un golpetazo contra la realidad. Esta chica ha trabajado siempre en la empresa de su padre, y se suele decir mucho eso de que “yo no tengo la culpa de ser rica, no tengo la culpa de que mi padre sea un buen empresario, para mí es un buen padre”, etc. Pero claro, a raíz del secuestro se da cuenta que su padre, no ya que tenga comportamientos inmorales con sus empleados y demás, sino que, además, el tipo blanquea dinero que no se sabe si procede de la prostitución, de las mafias, del tráfico de armas, etc, y no se sabe, porque ese dinero viene de afuera. Entonces, en este sentido, pierde la inocencia. Y es este tipo de historias las que me interesan bastante, el cómo alguien que llega a asumir una ética de la responsabilidad sólo a través de situaciones traumáticas, normalmente. Parece que siempre tiene que haber una bajada al “infierno” para que uno se dé cuenta y los convierta en mejores o peores personas, o por lo menos, individuos más lúcidos y más libres para hacer juicios de valores.
Aparte de replantearte las maneras en las que uno se hace las preguntas, es darte cuenta que el asesino no es un monstruo engendrado a saber por qué, sino que es un ser humano, y como ser humano te planteas cuales son los límites de estos y de dónde surgen las conductas desviadas.
Por ejemplo, hay una novela que despertó mucha polémica cuando salió, que es “Las benévolas” de Jonathan Littell, que trata sobre el genocidio nazi, pero contado por un nazi. Despertó muchísima polémica porque el personaje es homosexual, es un auténtico cerebro, es un especialista en derecho, es un amante de la música , un melómano tremendo, un hombre sensible, un hombre inteligentísimo, que se metió en el partido nazi de rebote, porque era hijo de una familia bien pero que lo cogen en un parque manteniendo relaciones sexuales con otro tipo. Entonces, para no mandarlo a la cárcel, lo meten en el partido nazi, y ahí, haciendo, se convierte en el gran técnico de las inhumaciones del frente del Cáucaso, luego lo manda al frente ruso, etc, etc. Este personaje mantiene un discurso, que más o menos dice; “yo estoy haciendo esto porque es lo que me toca hacer” y cualquier ser humano incluido en una sociedad determinada hace lo que le toca”. Entonces, claro, lo que nos está diciendo Jonathan Littell es que los nazis no eran unos monstruos creados a saber por quién o por qué, sino que eran seres humanos incluidos en una sociedad , productos de esta misma sociedad, de una historia, de una época, de una clase determinada, que hicieron muchísimo mal, sin lugar a dudas, pero no eran el mal, eran tipos que hicieron el mal. Entonces, lo peligroso de este asunto es que se pone la etiqueta de monstruo al que hace el mal, en lugar de entender y comprender por qué ese sujeto hace el mal, sobre todo para preguntarnos cómo no volver a repetir estos acontecimientos históricos tan malévolos. Es decir, en un momento dado, dándose las condiciones adecuadas, cada uno de nosotros, como seres humanos, podemos hacer tremendas barbaridades. Entonces, si no queremos a más Hitlers, tenemos que analizar cómo y por qué surgen tipos así, sino es así, no vamos nunca a poder evitarlo.
En ocasiones, podría ser. Creo que la doble moral domina esta sociedad. Además, se dice; tú eres lo que los demás creen que eres”, y esto es así desde un punto de vista existencialista y tirando de Jean-Paul Sartre. Es decir, tú eres aquel ser humano que se comporta y vive en sociedad, y eso es lo que te posiciona ante el mundo. Muchas veces intentamos reprimir, adoptando precisamente esa conducta. Pero ojo, cuando se reprime así, también se puede terminar adoptando la conducta buena, porque se genera una interacción razonable en la que todos salimos ganando. Estar en sociedad, significa eso, aprender a vivir con los demás, aprender de los demás, etc. Muchas veces ese es justo el camino para estar a bien con los demás, y esto también te sitúa, al final, estar a gusto con uno mismo.
Nunca hemos descubierto tanto sobre dónde estabaNunca en la historia se avanzó éticamente como en el siglo XX, con esos pensadores morales como Sartre o Habermas, haciendo hincapié en la teoría de la racionalidad de la interacción comunicativa. Nunca hemos descubierto tanto sobre dónde estaba el bien y dónde estaba el mal como en el siglo XX. Sin embargo, nunca hemos ido tan atrás en la sustanciación política de las categorías éticas que descubrimos.
el bien y dónde estaba el mal como en el siglo XX.
Sin embargo, nunca hemos ido tan atrás en la
sustanciación política de las categorías éticas que
descubrimos
Vivimos en una democracia liberal, y este tipo de democracia, cualquier politólogo sabe que es la implementación sociopolítica del capitalismo más sangriento. Con lo cual, vivimos en ese absurdo en el que, si descubrimos las cartas de los Derechos Humanos, en las que están basadas todas las constituciones de todos los países que se llaman así mismos como socialdemócratas -aunque debería llamarse democráticos liberales-, contradicen dichas cartas, porque en estas se dice que los individuos tienen derecho a la vida, a la seguridad y a la propiedad privada, pero la propiedad privada está situada en la misma categoría ética que el derecho a la vida. Entonces, qué ocurre cuando chocan los intereses de quienes quieren proteger su propiedad privada, que a lo mejor no es un individuo, sino que son grandes corporaciones, frente a los intereses y a los derechos de quienes quieren defender su derecho a la vida, su seguridad personal, etc. Entonces, hay un sinsentido ahí. Claro, y de estas contradicciones surgen muchísimos problemas, aquellos problemas que tenemos resolver los individuos en nuestro día a día.
Se analiza, se piensa y se reflexiona cada vez menos; se legisla por impulso, votamos por impulso, decimos burradas como; “o votas a uno de los dos partidos grandes, o esto es el caos”, y otros tipos de chorradas
En la vida pública española vivimos un momento de gran polarización, y yo tengo mi teoría. Y no sobre la vida pública española, sino la vida pública de occidente. Según decía Francis Fukuyama, el comunismo ha muerto hace algunos años, porque fracasó social y políticamente, pero si aceptamos esto, también tenemos que aceptar que el capitalismo también murió en el 2008. Sobre todo cuando nos mostró que las crisis no eran simplemente periódicas o cíclicas, eso ya nos lo olíamos, sino que formaban parte del sistema, que eran necesarias y que cada vez iban hacer peores, y que llegaría un momento en el que sería devastadora. Y eso empezó a suceder en el 2008 con la caída de Leman Brothers.
Entonces, estamos asistiendo a ese momento donde el cadáver del capitalismo se está aún descomponiendo, y esos humos y vapores nocivos nos están alcanzando a todos, a todos. Y por eso se está polarizando cada vez más la vida política y pública española, porque esas cosas que parecía sagradas están desapareciendo, como eso que algunos han llamado Estado de Bienestar, que yo lo llamaba Estado, simple y llanamente.
Se analiza, se piensa y se reflexiona cada vez menos; se legisla por impulso, votamos por impulso, decimos burradas como; “o votas a uno de los dos partidos grandes, o esto es el caos”, y otros tipos de chorradas.Entonces, estamos yendo al revés en el sentido político, porque, si bien descubrimos qué era la tolerancia, le dimos un concepto y un significado, lo estamos utilizando sólo y exclusivamente para tolerar a los intolerantes y sus intolerancias. La tolerancia no sirve absolutamente de nada si no expulsas del discurso a los intolerantes, por ejemplo, de qué me sirve la tolerancia a mí, si esta permite que existan partidos racistas y xenófogos. Claro, esta idea liberal, pretende hacernos creer, que si lo toleramos todo, al final el orden natural de las cosas, pondrá las cosas en su sitio, aunque ya sepamos que el mundo social, político, económico que conocemos lo ha creado el hombre, no hay manos invisibles.
Lo cierto es que Adam Smith procede de una escuela con una gran tradición cristiana, y en cada una de sus teorías, siempre sobresale la idea de que tiene que haber un orden superior que instale un orden. Claro, si sacas de la ecuación a Dios, tienes que meter otra cosa, por eso se mete y se inventa lo de la mano invisible que regula los mercados y lo regula todo de manera natural.
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