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Ago 27, 2015 fenomenosocial Conductas, Directores de FS, La mente es fenomenonal, Opinión, PORTADA1, Psicología, Sociología 0
➡ Vanesa Navaro |Socióloga|OPINIÓN 2015
Hay lecciones en la vida que solo se aprenden si somos capaces de gestionar nuestro propio aburrimiento. Una de esas lecciones es que la vida no siempre es justa y que todo esfuerzo no siempre tiene su recompensa (o al menos, no la recompensa que esperamos).
Porque quien se aburre cuando se queda solo consigo mismo, muy difícilmente podrá alcanzar la felicidad. En los últimos años todo pasa demasiado deprisa, vivimos en la inmediatez, donde todo tiene que ser rápido y entretenido, porque si nos aburre una milésima de segundo pasamos a otra cosa. La consecuencia inmediata al hecho de no saber gestionar el aburrimiento es el estado constante de búsqueda en que se encuentran sumidas esas personas, y esto desemboca en el mayor mal que sufrimos actualmente: la ansiedad.
Nos vendieron la idea de que la vida hay que vivirla deprisa, morir joven y dejar un bonito cadáver. Y la compramos, sin cuestionarnos qué implicaciones tendría esa idea o cuál era la letra pequeña del contrato. Sin darnos cuenta nos vimos sumidos en una realidad en la que lo rápido e instantáneo era indicativo de calidad per se. La comida, ese noble acto socializador que une y reúne a las familias y amigos pasa ser denominada fast food, los coches no se valoran en función de su durabilidad sino de qué velocidad pueden alcanzar, en las tiendas de ropa ponen música atronadora para que compres y salgas rápido de allí, en el cine no hay escenas por debajo de los 24 fotogramas por segundo (en el mejor de los casos), la tecnología se queda obsoleta antes de que el plástico protector que la protege caiga por sí solo, hasta el café expreso se inventó porque los italianos no tenían tiempo para disfrutar de una taza de café.
Estamos construyendo una sociedad en la que se premia lo inmediato, y se rechaza todo lo que requiera reflexión, espera o simplemente paciencia. Paradójicamente, castigamos y condenamos a los niños y niñas que han aprendido a adaptarse a esta sociedad esquizofrénica, medicándolos y estigmatizándolos en un mundo ya de por sí cruel. Es un contrasentido esperar que los niños y niñas, quienes aprenden básicamente a través de la imitación de sus mayores sean pacientes y reflexivos cuando ven que sus padres se desesperan en la cola del supermercado, cambian de carril cuando va muy lento, zapean si no entienden la película, no son capaces de esperar un minuto a que se cargue un video en el ordenador o cambian constantemente de emisora en el coche, por poner algunos ejemplos.
Pero en su infinita sabiduría, la naturaleza, en algún momento u otro de nuestra existencia nos hace parar. Por muy jóvenes y vitales que nos creamos hay un momento en que el cuerpo dice basta, y en ese momento no hay filosofía en el mundo ni energía mística capaz de llevarle la contraria.
En ese momento te das cuenta que todo el tiempo que creíste ahorrar yendo deprisa, en realidad lo has perdido y no puedes recuperarlo. Te das cuenta de que el pasado no vuelve y que es más fácil aprender que desaprender y que invertir tiempo en enseñar a tus hijos e hijas a aburrirse quizás les ayude a enfrentarse mejor a un mundo en el que no todo es una fiesta.
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