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Ene 27, 2016 fenomenosocial Conductas, Directores de FS, Opinión, Sociedad, Sociología, Tecnologías y redes 0
➡ Alejandro Caballero D.|Sociólogo y estudiante de psicología|Opinión|Julio 2014| Redes Sociales y sociedad de la información
Hay quien podría desdecir todo el argumentario en el que se expone que no es incierto que vamos hacia una sociedad más lógica, racional, reflexiva y emocional, por lo importante que ha sido la globalización de la información libre que circula por internet, para lograr o llegar a ser, una sociedad global, objetiva o eminentemente científica y democrática.
Aunque el avance de las nuevas tecnologías ha facilitado la globalización y la divulgación de la información, y que podría haber supuesto el desarrollo progresivo de la «Sociedad del Conocimiento y de la Ciencia», sin embargo, hoy por hoy, podemos decir que no lo ha hecho con la contundencia que se esperaba, ya que dentro de esa globalidad también está incluida la globalización de las pseudociencias, religiones e ideologías más comunes y tradicionales, más los miedos y sus creencias aparajedas para solventarlos.
La globalización de la información no ha supuesto la universalización del conocimiento objetivo y científico en y para las poblaciones de las sociedades «desarrolladas», sino que ha venido para reproducir, sumar y trasladar al ámbito digital, lo que ya se comparte y se puede entender en las vidas cotidianas ordinarias. Estas son: las creencias, las normas sociales, los modelos de sociedad, las ideologías, las culturas, «las filosofías de vida», y por qué no, la ciencia en pequeños grupos reducidos. Es decir, internet, junto a las redes sociales y otras plataformas, han servido para redundar sobre lo que nos separa más que lo que nos une, para hablar sobre el mismo “accidente” de siempre.
La globalización de la información en internet sólo ha supuesto un ensanchamiento del abanico, un aumento de las posibilidades de elección para adquirir información. Una información casi siempre sesgada, jibarizada, no reflexiva y completamente desconectada del debate y la reflexión. Además de esto, ha servido como herramienta para otros tantos muchos para controlar, manipular de manera interesada con la exposición de información no verificada, para extaer ciertos beneficios económicos, ideológicos o de otra índole. Sin bien esto mismo ha ocurrido siempre con los medios tradicionales, ahora se hace más intensivo, debido al poder del anonimato de muchas plataformas, redes sociales, blogs y demás, que no requieren ostentar cierta responsabilidad civil, judicial o enfrentarse al debatae científico.
Desde el punto de vista individual, nos ha servido para reubicarnos digitalmente en el mundo y encontrar un grupo social mayor (en las redes sociales digitales) para así retroalimentarnos y separarnos de los «otros» hasta el infinito, siempre en base a unas características y peculiaridades concretas, interesadas, específicas y especializadas. Peculiaridades concretas con las que solíamos convivir y compartir en nuestra vida cotidiana, para al final, hacer comunidad, pero ahora, por llamarlo de alguna manera, en un subterfugio digitalizado. De hecho, nos ha servido para alejarnos del mundo experiencial y real, y de las interrelaciones habituales diarias; de las relaciones en la calle, en el barrio, en el mercado, en el trabajo, en la escuelas, en las plazas, en los bares, en los parques. Y este hecho hace que perdamos de vista completamente la realidad en la que vivimos, que es la que nos conviene conocer (con todas su diferencias, pluralidades y sus complejidades)
Si no surgen preguntas para responder lo que aún no sabemos, sino que sólo tratamos de confirmar lo que creemos o lo que creemos saber, muy poco podrá hacer internet por todos nosotros y por la mal denominada «Sociedad del Conocimiento» actual (que no es más que el mercadeo de la información jibarizada y de las creencias a la carta). Nos limitamos a elegir lo que ya sabemos o lo que nos conviene individualemente, y terminamos por reunirnos digitalmente con nuestros similares en lo virtual, retroalimentando nuestra creencia ilusoria de que el mundo está cambiando gracias a internet y nuestros pequeños discursos, o clikeando un “me gusta” en las redes sociales (activismo de sofá).
Si creemos en la Monarquía, tenemos un billón de páginas webs o grupos de facebook que nos confirmarán lo legítima que es, con lo cual, ya podremos descansar en paz, ser felices y eliminar ese estrés diario que nos ocasionaba el dichoso tema, es decir, dejar de luchar para construirlo para la realidad. Por el contrario, si lo que creemos es en la República, también tenemos miles de páginas web para hacer exactamente lo mismo que ha hecho el monárquico, descansar y ser felices. Sin embargo, es posible que no haya o haya pocas webs o plataformas digitales que recojan otros discursos diferentes a estos, y cuando los hay, ya es sabido lo que se dirá sobre estas ; “estarán locos y lleno de frikis, pijos, hippies, terroristas y perros flautas”. En fin, se trata de clasificar, etiquetar y elegir,para eliminar los miedos, para que parezca que controlamos todo el cotarro, pero el «cotarro» no lo estamos controlando nosotros. Y entre tanto ajetreo de comentarios y plataformas digitales, nos quedamos en nada, y al final, como siempre, y como ya hemos visto, se impone la realidad.
En definitiva, las redes sociales digitales son un recurso o instrumento más del sistema para el mantimiento y conservación de todo orden (del actual), pero que nos ayuda a catalizar nuestras frustraciones, quejas y demandas, unido a solvertar nuestra necesidad humana de crear comunidad y relacionarnos en una sociedad real más individualista. En muy pocas ocasiones surgen discursos o debates objetivos en las redes, que generen un cambio real (no conflictivo) en la realidad más práctica, o en la ejecución de una acción organizada que sea realmente eficaz y solucionadora del conflicto (solución estructural, no parcheada o con acciones que alimenten cualquier tipo de efectos placebos o de espejismos).
Añado una pregunta que le realizó el periodista Ricardo de Querol al Sociólogo Zygmun Bauman, en una entrevista realizada para elpais.com:
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